“Un viaje de mil millas comienza con el primer paso.” Lao-tsé

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Viaje: París

Oh la lá. Recapitulando casi un mes después del viaje [oh qué rápido pasa el tiempo por estos pagos!], París me gustó muchíiiisimo. Muchísimo.
Eso que llovió tooooooooooooooooooooooooodos los días. Sí, todos. Los tres. Todos.

Llegamos al aeropuerto de lejos, tomamos el bus hasta París, tomamos el metro hasta el Hostel, que era bastante decente y bastante divertido.
Maggie y yo terminamos durmiendo en una habitación separada habitada por un mexicano que se iba, que resultó ser baterista y barman y chef y qué se yo cuántas cosas más; y más tarde fue habitada por tres ingleses de acento inglés super lindo con los cuales hablamos un rato y nos fuimos contentas.
Las duchas del hostel eran un espanto totaaaaal! de ésas que tenés que apretar el botón para que salga el agua caliente [por suerte] y se corta automáticamente por lo que la conducta era tener que volver a apretar y a apretar antes de que te re cagaras de frío como un infeliz. Y encima a mí se me ocurre llevar muchas cosas al baño, lo que dio como resultado empaparme las botas y la ropa porque claro, el espacio de la ducha era toda una sola cosa separada en el medio por una cortina que ni siquiera llegaba al piso... en fin. La ducha era un caos. Pero el resto estaba bien.

Fuimos al Louvre ni bien llegamos, todo tan hermoso! mis escasos conocimientos de obras de arte famosas no surgían así como así pero iban regresando de a poco, y me acordaba más nombres de los que pensaba que me iba a acordar... tan genial. Tan Genial. Ver todas esas obras increíbles como La balsa de la Medusa, y La Libertad Guiando a su Pueblo, y las de Ingres, y Goya, y Corot, Courbet... wow. Bueno, La Gioconda la verdad que no me apasionó tanto. Es como demasiado cliché ya. Y además tenés que matarte a codazos y empujones para ver si llegás a la cinta de seguridad que te mantiene a varios metros de la querida Mona Lisa, y como a mí no me sale la competencia de adentro, ni me da para ir a putearme con una horda de turistas enfurecidos, me dejé golpear hasta que la multitud me acercó lo suficiente como para sacarle una foto y pensar "es hermosa, pero no entiendo por qué la gente no se está matando por llegar a Delacroix..." foto, y adiós.

Después del Louvre caminamos un poco por el parque, caminamos hasta el Arco, cagándonos de frío los once compañeros por los Champs Elysèes. Hermoso. La verdad, hermoso París! Ver la torre que se asoma entre los edificios y el color del otoño! Y mojarse y putear pero estar tan feliz e incrédulo todo el tiempo. Qué hermoso.
Después fuimos a la torre, y nos quedamos paseando por ahí abajo un rato hasta que teníamos demasiado frío como para estar contentos y regresamos al hostel.

Al día siguiente no llovía por la mañana, y nos fuimos a Notre Dame. Hermoso Notre Dame. Impresión no sé qué número: pensé que iba a ser más grande. [Conclusión: El Duomo de Milán me gusta más, pero tal vez es porque no pudimos finalmente subir a hacer el tour del techo de Notre Dame. Pero tampoco subí al techo del Duomo, así que es una competencia que todavía no tiene desenlace claro.]

Después de Notre Dame el grupo se bifurca por unas horitas, resultando en una lucha de hojas secas atrás de la iglesia por la cual nos retaron educadamente en francés, el intento fallido de subir al techo, y otros leves paseos en general en busca de tabaco, imanes y banderitas de Francia.
Y cuando el grupo se volvió a unir, se desencadenó La Tragedia de los Paraguas.
Resulta que mis queridos amigos, todos, los diez que conformaban el grupo además de yours truly, se habían comprado unos paragüitas pedorros por cinco euros que decían "Paris". Yo, que odio los putos paraguas de mierda, decidí mojarme tranquilamente con mi campera de esquiar. Qué bien, porque no me habría divertido tanto al ver todos los paraguas dándose vuelta por completo con el viento que se levantó cuando estábamos en la puerta de Notre Dame. Qué biennn qué divertido! iban cayendo uno por uno, los cadáveres de paraguas que algunos insistían en tratar de arreglar, y yo sacando fotos a todos luchando por conservar la vida de sus paraguas... Maggie que parecía una vagabunda, Dani con su paraguas a cuadros, Aninha, Maurizio... Jajaja todos terminaron muriendo ese día. Y yo sin cadáver del que preocuparme, empapada hasta los calzones mismos, caminaba por ahí cagada de risa [y de frío.]

Lo que más me gustó de París, lejos, lejos lejos, fue Montmartre. Qué lugar increíble. No sé por dónde empezaaar! Primero fuimos hasta el mítico Moulin Rouge y después subimos despacito y mojándonos terriblemente hasta la cima de la ciudad. Un barrio de adoquines con bares y restaurantes y cabarets uno al lado del otro, uno al lado del otro; y de golpe algunas tiendas de cosas simpáticas donde me compré mi cuaderno donde tiendo a escribir los retazos de No.Blog. Un piano sonaba increíble en una esquina, jazzero total, casi me enamoro ahí nomás. Era un restaurant, y cuando nos invitaron a comer [a todo esto, habíamos perdido al resto, para variar, y vagábamos las dos argentinas solas por Montmartre] [qué largo me está quedando esto], nos fuimos.
Y llegamos al Sacré Coeur, una iglesia que está en lo más alto de la ciudad. Quéeeeee Linndooooo. Qué lindo. Entramos y salimos, y estuvimos un rato mojándonos mirando toda la ciudad desde arriba. Qué bien.
Y bajamos en las cabinitas, y después no me acuerdo bien qué hicimos, pero todas las noches terminábamos entre las piernas de la torre Eiffel.

Y cuando subimos, que creo que fue la última noche, pudimos subir sólamente hasta el segundo piso, que de todas maneras me encantó.

Ah! y me estoy olvidando de una parte muy linda de París! no sé bien cuándo fue, y no sé bien tampoco dónde estábamos, pero encontramos un parque lleno de árboles con las hojas amarillas, y fue un detenerse en el tiempo para divertirnos, y lo disfruté un montónnn porque por primera vez no estábamos corriendo desaforadamente para llegar a ver algún monumento u opera o cualquier otra cosa que no alcanzábamos si no corríamos por entre los charcos. Y después Pont Neuf, que estaba relativamente cerca, también muy lindo. Cruzar el río, y ahí está la torre, y pasan los barcos, y los árboles todos de rojo y naranja y amarillo y wow. La verdad que me gustó mucho. Qué bello, París.

Y creo que esto va a ser todo lo que voy a contar, pero voy a dejar así como una nota de los macarrones que comimos, que son como unos alfajores super geniales, me comí uno de manzana y canela que dudo que me lo olvide por el resto de mi vida. Y un sandwich que también estaba muy bueno. La comida me divirtió, la verdad.
Y claramente la torre Eiffel es a la izquierda, cuando desde la derecha se nos estaba cagando de risa.
Y preguntar por la calle "la metgopolitén?" a cualquiera simplemente para hacernos los que hablábamos francés y para distraernos del frío. Claro, al principio era porque estábamos perdidos y necesitábamos encontrar la metropolitain, pero ya después se desvirtuó la cosa. Qué genial.

Y París se hizo largo por la lluvia, pero es tan hermoso, tan hermoso... "Viviría en París" dijo Maggie. "Yo creo que también" respondí.

Pero claro, todavía faltaba el resto del viaje.

Continuará!
beso y gracias por llegar hasta el final de la nota!!!

1 comentario:

...vK··· dijo...

Yo tmb viviria en Paris, y es inevitable esa sensacion.... Notaste la magnificencia del gris caracteristico del cielo parisino y el dorado caracteristico de la abundancia del oro...??? hacen juego! Volvere! y como no subieron hasta arriba de todoo??? Media torre no es lo mismo....