“Un viaje de mil millas comienza con el primer paso.” Lao-tsé

domingo, 26 de septiembre de 2010

Ayer

Arranca al fin, luego de tres semanas de fiesta y no muchas preocupaciones, el sentimiento que me estaba esperando.

La verdad es que esperaba que me llegara un poco antes toda esta pelota de kilombo mental, pero como estuve en cualquiera y es todo muy intenso por estos pagos, se me olvidó.

De todas formas me hace acordar a cuando me mudé a Buenos Aires y se me pasó el envión, dejándome bastante como el carajo y sin mucha gente con la que pudiese hablar.

Pero parece que de todo se sobrevive.
Y casi que me deja más tranquila tener al fin estas ganas de llorar, por sentir que estoy lejos; y extrañar cosas como el dulce de leche, las puteadas argentinas, mis amigos, mis amigas, levantarme a la mañana en mi cama, mirar por mi ventana, el olor a mi casa, o ir al supermercado de siempre a comprar lo de siempre y cocinar como siempre... tostadas con queso.

Qué triste,  pero cuán sensitivo se siente uno, tan en contacto con uno mismo...
Cuánto extrañás cuando estás sensible, cuánto llorás cuando te dicen que te quieren a una implacable distancia de más de once mil kilómetros.


Qué vivo que estás cuando estás triste.

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